¿ SON LOS TESTIGOS DE JEHOVA UNA SECTA ? |
No, los testigos de jehova no somos una secta ya que no nos apartamos ni somos ascetas, somos una confesion religiosa SIN FINES DE LUCRO, registrada en mas de 180 paises legalmente. Nuestra obra se centra en dar a conocer La Palabra de Dios a tra vez de una OBRA MUNDIAL DE EDUCACION BIBLICA,como tal nos apegamos firmemente a lo que la Biblia dice, y es por nuestras costumbres y forma de vida que muchas veces recibimos injurias y agravios inclusive de personas que en algun momento fueron testigos de jehova, y que por no apegarse a las normas morales y biblicas han decidido por su propia voluntad dejar de serlo. |
¿FUE RUTHERFORD UN USURPADOR EN LA DIRECCION ? |
Charles Taze Russell, quien había encabezado el movimiento de los Estudiantes de la Biblia desde hacía más de cuarenta años, falleció el 31 de octubre de 1916. Dicho movimiento utilizaba desde hacía décadas una entidad legal llamada Watch Tower Bible and Tract Society, de la cual Russell había sido el presidente desde que se registró legalmente. En enero de 1917, Rutherford fue elegido unánimemente presidente de la Watch Tower en sustitución de Russell. Unos meses después de su elección, cuatro de los siete directores de la Watch Tower (Isaac F. Hoskins, Robert H. Hirsh, Alfred I. Ritchie y James Dennnis Wright) acusaban abiertamente a Rutherford de abusar del poder o incluso de usurparlo, y anunciaban medidas para restringir su autoridad. En julio de 1917, Rutherford anunció que, basándose en un tecnicismo legal, esas cuatro personas no eran legalmente directores de la Watch Tower, y los reemplazó por otros cuatro que apoyaban su trabajo. Durante varios meses, especialmente antes de las siguientes elecciones anuales en que debía elegirse al presidente para el siguiente año, se publicaron diversas cartas circulares y folletos relatando las diferentes versiones y enfoques de los hechos. En enero de 1918 Rutherford fue reelegido presidente por amplia mayoría, mientras que los cuatro opositores no fueron reelegidos como miembros de la junta de directores. En aquel mismo día decidieron formar su propio grupo, que se iría dividiendo a su vez en más grupos, los cuales difundieron su versión de los hechos, presentando a Rutherford como un tirano ávido de poder. Entre las dos versiones, los enemigos religiosos de los testigos de Jehová no han dudado en aceptar a pies juntillas y difundir la versión de los opositores de Rutherford. Las acusaciones son muchas, pero en este artículo nos centraremos solo en algunas de las más repetidas, que comentaremos tras analizar todas las versiones cuidadosamente. ¿Violó Rutherford el testamento de Russell al eliminar los votos de las fideicomisarias? El testamento de Russell dispuso que sus derechos a voto fuesen a parar a cinco fideicomisarias. Los opositores acusaron a Rutherford de violar el testamento de Russell al recomendar que las cinco fideicomisarias renunciasen a esos votos, y que el derecho a voto de cada miembro de la Sociedad se extinguiese a su muerte. Dicen que si Rutherford consideraba eso ilegal, podría considerar cualquier disposición del testamento también ilegal. En realidad, esto sucedió antes de la elección de Rutherford como presidente. Él sugirió la medida, como asesor legal de la Sociedad, a los demás miembros del comité que manejaba los asuntos provisionalmente. La medida contó con la aprobación de todos, nadie se opuso en su momento ni presentó ninguna objeción. Y es lógico, pues los argumentos de Rutherford eran muy razonables: no es que fuese una disposición ilegal, sino que el hecho de que los votos se pudiesen transferir a otras personas tras la muerte del propietario suponía el peligro de que personas ajenas a la Sociedad, y quizá hasta opuestas a su obra, pudieran tener cierto poder de decisión. Tampoco puede acusarse a Rutherford de hacer aquello con el propósito de preparar el camino de su todavía futura elección como presidente, pues aquellas cinco hermanas le apoyaban a él, de modo que sus votos no habrían hecho más que aumentar considerablemente, o de hecho garantizar su victoria electoral. ¿Impuso Rutherford un reglamento para asegurarse el poder? Una de las acusaciones más repetidas y más importantes dentro de la controversia tiene que ver con la elaboración y aprobación del reglamento de la Sociedad. Se acusa a Rutherford de haber preparado un reglamento que confería al presidente plenos poderes, sabiendo que él mismo iba a ser elegido presidente. También se da a entender que presionó al comité encargado de examinar el reglamento y de recomendar su aprobación ante la asamblea de miembros de la Watch Tower. Sin embargo, hay una serie de detalles que ayudan a ver el asunto con más perspectiva. Por un lado, no fue Rutherford quien tuvo la iniciativa de crear ese reglamento, sino que Russell le había pedido que lo hiciera, como parte de las medidas que empezó a tomar en el verano de 1916 para reforzar el funcionamiento de la Sociedad; aquel reglamento debía expresar de forma legal los poderes que de hecho venía ejerciendo el presidente desde la creación de la Sociedad, más de 30 años antes. Cuando Rutherford elaboró el reglamento, a finales de 1916, fue precisamente eso lo que hizo: plasmar en forma legal la serie de competencias que el presidente de la Sociedad había ejercido siempre. Por tanto, aquel reglamento no establecía un cambio en la forma de gestionar los asuntos, sino todo lo contrario, los sancionaba legalmente. Por otra parte, el comité que examinó el reglamento (y que no fue elegido por Rutherford) no se opuso al mismo, tan solo quisieron cambiar un detalle muy secundario del mismo (respecto a los asesores del presidente); la cuestión de la autoridad conferida al presidente no creó ningún tipo de controversia en ese momento, sino que se aceptó con naturalidad. El hecho de que el reglamento lo aprobasen por votación los miembros de la Watch Tower no tenía ningún valor legal, pues era la junta de directores quien tenía la autoridad para ello; parece que fue sencillamente un gesto hacia los miembros para implicarlos de alguna manera en el funcionamiento de la Sociedad pese a la pérdida de Russell. Poco después, la junta de directores sí aprobó legalmente el reglamento. Tal vez sea significativo el hecho de que ni Isaac Hoskins (que estaba enfermo) ni Robert Hirsh (que aún no era director) estuvieron presentes en aquella reunión, pues parece que son los dos que se opusieron con más fuerza a aquel reglamento, que por otra parte había sido aprobado de forma perfectamente legal; por eso la única forma de oponerse al mismo era acusando a Rutherford de fraude. En cuanto a Ritchie y Wright, que sí votaron a favor del reglamento, el hecho de que más tarde cambiasen de opinión y considerasen tan peligroso tal reglamento significaría que ellos habían cometido una gran imprudencia aprobándolo, si se lleva su punto de vista hasta las últimas consecuencias. Respecto a la validez o no del reglamento, los opositores acumulan una serie de quejas vagas y hasta contradictorias: En la reunión del 20 de junio de 1917 dijeron que el reglamento lo debía elaborar la junta de directores, y que por eso no valía el existente, pues lo había elaborado Rutherford, independientemente de lo que pensaran los miembros de la Sociedad (en realidad, el reglamento sí era válido pues era la propia junta la que lo había aprobado, independientemente de quién lo elaborase). En la carta circular del 4 de agosto de 1917, dicen que el problema es que Rutherford interpreta a su manera el reglamento aprobado por los miembros de la Sociedad, presentándolo como una afrenta contra dichos miembros (hacen ver que ellos sí aceptan el reglamento, sin mencionar que en realidad querían abolirlo). En la carta del abogado McGee del 15 de agosto de 1917 y que los opositores publicarían en su primer folleto, se presenta el asunto alegando que la Sociedad en realidad no tenía reglamento, porque lo que había era muy incompleto, y por eso era necesario elaborar uno (en vez de reconocer que lo que se plantea es anular el que hay, que no les parece aceptable, y reemplazarlo por otro). En su primer folleto, Light After Darkness, de septiembre de 1917, dicen que al ver el trato autocrático de Rutherford por no conceder audiencia a cierto hermano Johnson fue cuando se les ocurrió rescindir el reglamento; también dicen que lo habían aprobado inocentemente, sin imaginar lo que iba a pasar (dicho sea de paso, Johnson sí había tenido dos audiencias de un par de horas, en las que había estado explicando las supuestas profecías bíblicas que demostraban que él era la persona más importante de su época). En su segundo folleto, Facts For Shareholdes, de noviembre de 1917, dicen que el reglamento aprobado por los miembros de la Sociedad no tiene validez, porque el poder para aprobar reglamentos no les corresponde a los miembros, sino a la junta de directores (pero en este punto se callan el hecho de que la junta sí había aprobado ese reglamento; presentan el asunto simplemente como que al no ser válido el reglamento anterior, no hay más remedio que crear uno nuevo, sin reconocer que se oponen al que existe). En otra parte del mismo folleto sí reconocen haber aprobado el reglamento, pero ahora afirman que lo hicieron para poner a prueba a Rutherford y que demostrara lo que es realmente (esta es quizá la justificación más retorcida y sobre todo más comprometida para ellos mismos). En ese segundo folleto también afirman que el problema con el reglamento es que la junta debe asesorar al presidente, y el reglamento crea un comité asesor (ahora el problema no es que el presidente debe quedar sujeto a la junta, sino que quieren asesorarlo). En definitiva, las acusaciones son contradictorias; se percibe por un lado el deseo de no ofender a los miembros que habían aprobado el reglamento (aun a costa de presentar sus verdaderas intenciones de forma tergiversada) y por otro el deseo vehemente de tener alguna acusación que justifique la anulación de aquel reglamento. Más que tener una razón legítima para anular el reglamento, parecen buscar justificaciones. ¿Fue ilegal que Rutherford destituyera a los cuatro directores? Otra de las principales acusaciones es que Rutherford no tenía autoridad para destituirlos de sus cargos como directores de la Watch Tower. Rutherford explica que no es exactamente que los destituyera, sino que ellos legalmente no eran directores, y que él simplemente nombró a otros para llenar las vacantes. La postura de Rutherford es que la disposición del estatuto de la Watch Tower de que los directores lo son de por vida contradice la ley de Pennsylvania y que esta es la que prevalece, de modo que había que elegir a los directores anualmente, cosa que no se había hecho; también explica que según el estatuto, los oficiales, al ser elegidos, son automáticamente directores y no había que hacer dos votaciones. De modo que los tres oficiales elegidos en enero de 1917 eran en aquel momento los únicos directores legales de la Sociedad. Como punto secundario, añade que al menos tres de los directores debían residir en Pennsylvania. La postura de los cuatro opositores parece algo más vaga: defienden que sí son directores legales, pero alegan que si no lo son, los tres oficiales tampoco, porque para ser oficiales debían ser previamente directores. El abogado que apoyaba a los cuatro directores, McGee, dice también que la ley de que tres directores sean residentes en Pennsylvania es posterior al estatuto de la Sociedad y por tanto no puede aplicar, mientras que la firma de abogados a los que consultaron dicen no haber encontrado ninguna ley que diga tal cosa, en abierta contradicción con McGee. Para saber cuál de las dos posturas es la correcta habría que investigar las leyes del estado de Pennsylvania de finales del siglo XIX y principios del XX, lo que va más allá del alcance de este artículo, que se limita a contrastar todas las versiones de las partes interesadas. El hecho de que el propio Rutherford sea abogado y asesor legal de la Sociedad, y que hubiese consultado con un abogado del estado de Pennsylvania, que es donde estaba registrada la Watch Tower, da algo más de credibilidad a su postura que a la de los cuatro opositores, que consultaron a un abogado de Nueva Jersey, McGee, y a un bufete de abogados de Nueva York. También el hecho de que se copiase abiertamente y comentase el estatuto en La Atalaya del 1 de noviembre, mostrando que coincide con la postura que expresa Rutherford, le añade credibilidad. En cualquier caso, incluso aunque la actuación de Rutherford no hubiese sido legal, calificarla de criminal como hacen los cuatro opositores va claramente demasiado lejos y refleja un espíritu cuando menos preocupante. Los opositores alegan que, de ser verdad lo que decía Rutherford, no tenía por qué haber elegido a otros directores diferentes, que podía haberles elegido a ellos mismos, y que parece muy conveniente que se diera cuenta de ese tecnicismo precisamente en aquel momento. En realidad, Rutherford dice que conocía ese tecnicismo desde hacía años, pero que no lo utilizó hasta ese momento. En cuanto a elegirles a ellos como directores, efectivamente podía haberlo hecho, pero el punto al que se había llegado a principios de julio, el hecho de que los cuatro opositores tuviesen reuniones entre sí buscando el modo de cambiar la situación de la Sociedad, el hecho de que difundiesen sus disensiones contra Rutherford y sobre todo la amenaza de inmovilizar el dinero de la Sociedad le hizo pensar a Rutherford que era mejor elegir a otros directores como suplentes hasta la siguiente elección. Dadas las circunstancias, la reacción rápida y enérgica de Rutherford parece como mínimo comprensible. ¿Actuó Rutherford contra la voluntad de Russell? Los opuestos a Rutherford le acusaron repetidas veces de no respetar el testamento de Russell por el reglamento que elaboró y por el hecho de “expulsarlos” de la junta de directores. También mencionaron en menor medida el estatuto de la Watch Tower y de pasada el folleto A Conspiracy Exposed and Harvest Siftings, de 1894. En realidad, el testamento de Russell no hace mención de ninguno de los asuntos que se debatían, lo cual hace que la gran insistencia de los opositores con este argumento sea realmente sorprendente (véase http://www.tjdefendidos.org/historia/test.htm). En cuanto al estatuto, dice que la corporación sería dirigida por una junta de directores con capacidad para aprobar reglamentos y ordenanzas; dicho estatuto había entrado en vigor en 1884, y durante todo ese tiempo, Russell había ejercido de facto la autoridad que el reglamento de 1917 atribuía a Rutherford; evidentemente, el reglamento se había aprobado de forma correcta y no contradecía el estatuto, sino que tan solo perfilaba responsabilidades que no estaban reflejadas en el mismo. El folleto A Conspiracy Exposed fue escrito en 1894 y enviado solo a algunos lectores de la Watch Tower para dar explicaciones sobre ciertas acusaciones de algunos compañeros de Russell que se habían vuelto contra él. En dicho folleto, Russell mencionó de refilón que en caso de fallecer, el resto de directores de la Watch Tower podrían encargarse de que su obra continuase. No era una afirmación sobre qué debía hacerse exactamente a su muerte. Posiblemente por eso, los opositores apenas utilizaron este argumento. Contrastando todas las versiones sobre las diversas acusaciones, parece que la exposición de los hechos que hizo Rutherford en los folletos Harvest Siftings y Harvest Siftings 2 (y que es en esencia la que se refleja en el libro Proclamadores publicado por los testigos de Jehová), es una versión de lo sucedido exacta y apegada a los hechos, mientras que la acusación de que Rutherford usurpó el poder en la Watch Tower a la muerte de Russell no parece tener suficiente base. Algunos parecen estar siempre dispuestos a aceptar y divulgar cualquier cosa que pueda perjudicar la reputación de los testigos de Jehová, pero la honestidad debería impedir que se difundan acusaciones que no parecen tener más base que el prejuicio contra un determinado grupo religioso. |
RUSELL NO FUE ADULTERO |
Una acusación recurrente, que va transmitiéndose a lo largo de los años pese a no contar con un fundamento suficiente, es que Charles Taze Russell fue declarado culpable de adulterio y su esposa se divorció de él por esa razón. Incluso se le acusa de fugarse para no pagar la pensión a su mujer. A pesar de que la falsedad de todos los argumentos quedó demostrada hace muchas décadas, muchas personas siguen hoy repitiendo y transmitiendo la acusación calumniosa, tal vez considerando que eso tiene más efecto que tratar de contradecir con la Biblia las enseñanzas de los testigos de Jehová. Examinemos los hechos antes de llegar a una conclusión. La separación de los Russell Charles T. Russell se casó en 1879. Durante sus primeros trece años de vida matrimonial, él y la Sra. Russell vivieron felices juntos. Ambos estaban ocupados en una labor religiosa, y lo habían estado incluso antes de su matrimonio. Se publicaba una revista religiosa quincenal, La Atalaya, de la que Russell era editor. Con el tiempo, ella se sintió insatisfecha con su manera de dirigir esta revista y trató de dictar la política de la misma. Siendo el cabeza de familia, Russell no se sometió a los dictados de su esposa sobre el modo de conducir sus asuntos. Sin previo aviso, ella se separó voluntariamente de él en 1897, tras casi 18 años de matrimonio (incluso Russell no tuvo noticias de su paradero durante dos semanas). Durante casi siete años, ella vivió separada de él, en una lujosa casa frente al parque proporcionada por Russell después de que ella jurara que dejaría de calumniarle. En junio de 1903, con el dinero que ahorró alquilando habitaciones de la casa, publicó un folleto difamando a su esposo. Además, ese año entabló una demanda en el Tribunal de Causas Comunes de Pittsburgh para una separación legal (algunos opinaron que ella buscaba promocionar los libros que estaba escribiendo, particularmente The Twain One, sobre los derechos de la mujer; Russell pensó que lo hacía por venganza personal por no darle libertad total en La Atalaya); esto a pesar de que llevaban separados de hecho casi siete años, y ella recibía una pensión mensual de 40 dólares. En abril de 1906, el caso se presentó a juicio ante el magistrado Collier y un jurado. Varios abogados que han leído el registro del caso han comentado que “ningún tribunal había concedido hasta ahora una separación con un testimonio tan pobre como sucede con este caso”. El registro no revela nada más que una falta de entendimiento entre marido y mujer, la cual se ajustó en cierto momento por mutuo consentimiento. Al presentar el asunto ante el jurado, ellos evidentemente concluyeron que, al llevar ya separados de hecho por un periodo de siete años, también podría tener lugar una separación legal. Nunca ha habido un divorcio absoluto de ninguna de las partes. El cuento de la medusa Durante el juicio de este caso, la Sra. Russell testificó que cierta Srta. Ball le había informado de que su marido había dicho: “Yo soy como una medusa, floto por todas partes. Toco a esta y a aquella, y si responde me la quedo, y si no, voy flotando hacia otras”. El testimonio de un rumor no es admisible ante un tribunal, pero el objetivo inmediato que se pretendía era el calificar públicamente a su marido como una "mala persona", así que su abogado pasó solapadamente esta idea bajo cuerda y con solo el juramento de la señora Russell, de que ella ya se lo había dicho a su marido hacía diez años. El tribunal tachó todo este asunto del registro y no permitió que se presentara ante el jurado. Al dar sus instrucciones al jurado, el juez dijo: “Este pequeño incidente sobre esta niña que estaba en la familia, está fuera de la base para esta demanda y no tiene nada que ver con el caso pues no se presentó en él, y fue aprobado o se dejó pasar el asunto”. Es manifiesto que esta patraña de la medusa fue enteramente el producto de la imaginación de la Sra. Russell, y otros hechos que aparecen en el registro muestran concluyentemente que no pudo haber sido cierta. Russell, bajo juramento, negó enfáticamente haber utilizado jamás esa expresión de la medusa, además de nunca haber oído mencionar esa frase antes. Toda la gente razonable concluyó que solamente una persona estúpida haría una comparación semejante, tan menospreciativa sobre sí misma. Pero los hechos más concluyentes que revela el registro sobre la falsedad de la declaración son estos: La Srta. Ball vino a ellos en 1889, siendo una niña huérfana de diez años, y fue acogida en el hogar de los Russell. Se la trató como a un miembro de su familia. Ella daba un beso de buenas noches tanto al Sr. como a la Sra. Russell todas las noches cuando se iba a dormir. La única acusación que hizo el abogado es que Russell sentó a la niña en sus rodillas y le dio un beso, lo cual hizo Russell a instancias de su propia esposa, como muestra de que la trataban como a su propia hija (registro del tribunal, págs. 90, 91). La Sra. Russell testificó que la declaración de la “medusa” sucedió en 1894, cuando la niña no podía haber tenido más de quince años de edad (pág. 1.5, registro). La Sra. Russell siguió viviendo con su marido tres años después de aquello, y estuvo separada de él siete años más antes de presentar la demanda de separación, es decir, la presentó diez años después del supuesto incidente. En su queja, o escrito de acusación, no hace la más mínima referencia al incidente de Ball o de la “medusa”. Su marido no tenía ningún conocimiento de que ella pretendía presentar tal cargo y, cuando en el juicio el abogado de ella insinuó que pensaba demostrar ese asunto, el abogado de C. T. Russell pidió un aplazamiento del caso, que fue negado por el tribunal. La Srta. Ball vivía entonces y la Sra. Russell sabía dónde estaba ella, y podría haberla llamado como testigo o haber presentado una declaración de parte de ella ante el tribunal. No se realizó ningún intento de procurar su asistencia o su declaración. Charles T. Russell no podría haberla llamado para testificar porque no se le había informado ni insinuado que su esposa trataría de incluir tal asunto en el caso. Otro punto que muestra de manera concluyente que el cuento de la “medusa”, o el incidente de la Srta. Ball, es inventado y falso es el siguiente hecho: Tres años después del supuesto incidente, la propia Sra. Russell seleccionó y reunió un comité de tres ante quienes ella y su marido se reunieron para tratar sus diferencias e intentar solucionarlas. Dos miembros de tal comité testificaron en el juicio que se trataron todas las diferencias entre el Sr. y la Sra. Russell, y que el problema surgió con respecto a la gestión de la revista. El comité falló en contra de la opinión de la Sra. Russell y, según sus propias palabras, ambos “se besaron y se reconciliaron”. El incidente de la Srta. Ball o de la medusa ni se insinuó ante este comité (registro del tribunal, págs. 79, 113-116). No es sino razonable concluir que esta historia de la medusa fue inventada para la ocasión. Otra acusación velada de inmoralidad En el juicio de este caso, el abogado de la Sra. Russell hizo mención de que el Sr. Russell estuvo en una habitación con Emily Matthews, miembro de la casa, con la puerta cerrada. A esto, C. T. Russell respondió en el momento bajo juramento (pág. 97, registro del testimonio) que la Sra. Russell ya sabía lo que pasó en realidad; que era la habitación a la que se llevaba el agua sucia para vaciarla, que su esposa le dijo que Emily Matthews estaba enferma y le pidió que subiera a verla, y cuando estaban entrando y saliendo con cubos de agua Russell cerró con llave medio minuto hasta poder escuchar en silencio lo que ella tenía que decir, y no hubo la más mínima incorrección en nada de lo que sucedió. “Igual me habría dado si todas las personas de esta sala hubiesen estado presentes’”, declaró. La Sra. Russell no negó esta declaración en su testimonio y por tanto, al no ser disputada, debe tomarse como la verdadera y correcta explicación. No muestra la más mínima incorrección por su parte. Otro factor que pone seriamente en duda la acusación velada de que Russell fuese inmoral, además de los ya expuestos con relación al cuento de la “medusa” es lo siguiente: La Sra. Russell mencionó en su denuncia que nunca había habido relaciones sexuales entre ella y su esposo, y su abogado planteó este asunto como que la privaron de uno de los principales placeres de la vida. El Tribunal no lo aceptó. El hecho es que el asunto estaba bajo el propio control de la señora Russell; ella sabía y comprendía que su marido prefirió vivir una vida de celibato, pero ella convino con él y expresó que también era su preferencia personal. Ambos conocían las enseñanzas bíblicas sobre este asunto, que ni el marido ni la esposa deben "privarse" el uno al otro de los derechos maritales razonables, pero ambos tomaron la decisión personal de abstenerse de relaciones de mutuo acuerdo para centrarse más de lleno en el servicio a Jehová. Por cuestionable que sea esa postura, ciertamente parece extremadamente improbable que alguien que se abstiene de relaciones con su propia esposa por razones religiosas, cometa inmoralidad con otras. Que la Sra. Russell misma no creía y nunca había creído que su marido era culpable de conducta inmoral, lo muestra el propio registro del caso, cuando su propio abogado (en la pág. 10) hizo la siguiente pregunta a la Sra. Russell: “Usted no quiere decir que su marido sea culpable de adulterio, ¿verdad?”. Respuesta: “No”. Se ve que el tribunal apartó apropiadamente del jurado la consideración del incidente de la “medusa” que ella declaró. Estos son los hechos que los enemigos del Pastor Russell distorsionan y utilizan para acusarle de conducta inmoral. No se presentó ningún testimonio en el juicio de este caso que tuviera ninguna tendencia a mostrar que el Pastor Russell haya sido negligente moralmente ni en lo más mínimo. Ningún testigo declaró contra su carácter moral, y ningún testigo en ningún tribunal ha pronunciado jamás una palabra de testimonio tendente a mostrar nada contra su moralidad. La única acusación que Russell reconoció fue la siguiente: En una ocasión (al cabo de 18 años de matrimonio), cuando se iba de viaje a Nueva York, se negó a besarla y a decirle adiós. Él dice que le había explicado a su esposa que su conducta en aquel momento no justificaba ninguna exhibición especial de afecto, y que además no estaba de acuerdo en que se tengan que dar muestras de afecto hipócritas. Esta es la “indignidad” de la que Russell fue acusado como esposo. El juez en este caso así como los interventores en la corte, abogados, etc., percibieron claramente que los cargos presentados por la Señora Russell eran un golpe de efecto; y el juez parecía fuertemente inclinado a favor del demandado. El jurado estuvo deliberando aproximadamente unas dos horas y volvió con un veredicto que concedía la separación (no el divorcio), para asombro de todos. En la explicación del veredicto algunos de los miembros del jurado dijeron: "Concluimos esto porque no vemos ninguna esperanza de conciliación, y porque estábamos convencidos que estábamos haciendo un favor a ambas partes al decidir a favor de la separación". RUSSELL EXONERADO EN VARIOS TRIBUNALES Poco después del juicio del caso, el Washington Post publicó el mencionado cuento de la “medusa” en relación con el nombre del Pastor Russell, presentando la acusación de que era culpable de conducta inmoral. Por ello, el Pastor Russell presentó una demanda por difamación contra el Post, cuyo caso se juzgó ante un jurado. Las instrucciones del tribunal a favor del acusado, el Post, fueron manifiestamente erróneas y perjudiciales, pero a pesar de ello, el jurado presentó su veredicto exonerando al Pastor Russell, aunque concediéndole solo un dólar por daños y perjuicios. Ante esto, el Pastor Russell apeló al tribunal superior, el cual revocó el fallo del tribunal inferior y remitió el caso para un nuevo juicio, para que el jurado pudiera tener oportunidad de garantizar una cantidad mayor por daños y perjuicios. El caso salió a juicio por segunda vez y, después de que el demandante había presentado parte de su testimonio, el abogado del Washington Post ofreció un acuerdo. De modo que el caso fue resuelto extrajudicialmente por el acusado, el Washington Post, pagando al Pastor Russell una sustanciosa suma de dinero, junto con todas las costas del caso, y el Post desde entonces empezó a publicar sus sermones. Por tanto, fue completamente exonerado por dos diferentes tribunales respecto al cuento de la “medusa” o de la inmoralidad. Aun así, sus enemigos persistieron en tratar de presentar esta acusación ante el público. Un predicador de New Jersey escribió un artículo para un periódico de Chicago, el Mission Friend, acusando al Pastor Russell de inmoralidad, y como prueba de ello citó el cuento de la Srta. Ball o de la “medusa”. A causa de ello, el abogado del Pastor Russell presentó una acción judicial por daños y perjuicios por difamación contra el Mission Friend. El caso se presentó para una vista oral, y tras los argumentos sobre las cuestiones legales envueltas, el tribunal falló a favor del Pastor Russell. La única cuestión que quedó por determinar fue la cantidad por daños y perjuicios que se concedería al Pastor Russell. El abogado del Mission Friend buscó entonces llegar a un acuerdo extrajudicial. Dado que el Pastor Russell no buscaba una compensación económica, sino tan solo limpiar su reputación, aceptó el acuerdo en los siguientes términos, que se llevaron a cabo: El Mission Friend pagó todas las costas judiciales y publicó una retractación admitiendo que había publicado erróneamente el cuento de la Srta. Ball o de la “medusa” respecto al Pastor Russell, declarando además que el Pastor Russell es un cristiano y un caballero de la más alta integridad y posición moral, y digno del respeto y la estimación de todas las buenas personas. Acusaciones inventadas sobre el pago de la pensión J. Ross, pastor de la Iglesia Bautista de James Street de Hamilton, Ontario (Canadá), en uno de sus folletos contra Russell, presenta la siguiente acusación: “Él trató de evadir el pago fijado por el tribunal huyendo de un estado a otro, obligando a su esposa a obtener una orden de extradición, lo que llevó a la condena del astuto pastor por un tercer tribunal, que elevó la pensión”. Incluso se relacionó el traslado a Brooklyn con esta supuesta evasión. El reverendo Ross probablemente no sabía que no se puede recurrir a un proceso de extradición para forzar una sentencia de tipo monetario. De hecho, no se emitió ninguna “orden de extradición”, ni hubo ningún proceso de extradición. Pero aparentemente el reverendo Ross pensó que la gente creería su declaración, aunque fuese falsa, porque se le reconoce como ministro religioso. Esta es la realidad de los hechos: Tras la vista sobre la cuestión de la pensión, el tribunal dictaminó que la Sra. Russell recibiera de su marido la suma de 100 dólares al mes. Esta orden se emitió el 4 de marzo de 1908. La cantidad de la pensión nunca se aumentó. A principios del invierno de 1908 se empezaron a hacer arreglos para transferir la oficina principal de la sociedad Watch Tower Bible and Tract a Brooklyn, Nueva York, pues la obra de la corporación había aumentado mucho y la ciudad de Nueva York era el lugar más accesible desde el que dirigir la obra tanto en Estados Unidos como en otros países. Completar este trabajo llevó un tiempo, pero el traslado, que se hizo abiertamente y sin tapujos, se completó en marzo de 1909. Los periódicos de Pittsburgh hicieron mención del traslado. El Pastor Russell permaneció en Pittsburgh hasta que se trasladó todo lo que había que trasladar, y él mismo fue el último miembro de la oficina que se fue de Pittsburgh. No hubo ningún intento de interferir con el traslado, pues de hecho no hubiera podido tener ningún éxito. En diciembre de 1908, la Sra. Russell entabló ciertas demandas para anular la transferencia de propiedad hecha por su marido a la sociedad Watch Tower Bible and Tract, y para hacer cumplir el pago de la pensión. Ya antes de esto, en una vista oral sobre la cuestión de la pensión dentro de la demanda de separación, el Pastor Russell había declarado que antes de organizar la sociedad Watch Tower Bible and Tract, tanto él como su esposa habían consagrado todo lo suyo para usarlo en la obra religiosa en la que se habían embarcado para servir al Señor y acordaron entre sí transferir toda su propiedad a la sociedad Watch Tower con tal propósito. La propiedad era de él, y él tenía el derecho a disponer de ella como deseara. Que tras su separación, actuando de buena fe y en armonía con el mencionado acuerdo, él había transferido su propiedad a dicha sociedad, y que él no tenía los medios para pagar la cantidad de pensión que a ella le concedió el tribunal. La propiedad personal ya había sido agotada por la Sociedad, y los bienes inmuebles hipotecados. A principios de abril de 1909, y después de que la Sociedad y el Pastor Russell se hubieron mudado a Brooklyn, se aprobaron los casos mencionados para una vista oral sobre mociones, con el Sr. Carpenter y J. F. Rutherford de parte de la Sociedad y del Pastor Russell. Tras oír las mociones, el tribunal consideró el asunto y después falló que la transferencia de la propiedad a la Sociedad era técnicamente un fraude para con su esposa y que debía pagar la pensión. Como se comprende bien, una acción de una persona puede operar como un fraude legal contra otra, incluso aunque actúe de absoluta buena fe. Además, las decisiones de un tribunal no son infalibles, como todos sabemos, porque son realizadas por seres humanos imperfectos. Al momento de presentarse esta decisión, el Pastor Russell residía en Brooklyn, pero se encontraba en Europa, en su gira semestral de conferencias en Gran Bretaña. No se le había notificado la decisión del tribunal sobre este punto. Según Rutherford, Russell le había declarado con anterioridad que estaría encantado de pagar a la Sra. Russell, pero no tenía dinero, lo cual Rutherford confirma (A Great Battle in Ecclesiastical Heavens). A la sra. Russell nunca le defraudó su marido un solo centavo Durante la mencionada ausencia del Pastor Russell en Europa, cinco hombres, amigos personales suyos, sin su conocimiento, determinaron la cantidad de dinero necesaria para cumplir la sentencia de la pensión. Reunieron más de lo necesario entre sí, lo pusieron en manos del representante legal de la Sociedad, Rutherford, y le enviaron a Pittsburgh para pagar la sentencia. Rutherford fue efectivamente a Pittsburgh y liquidó todo el litigio con los abogados de la Sra. Russell, pagándole cada centavo, intereses incluidos, que le había concedido el tribunal, junto con todas las costas judiciales. Estos hechos aparecen en el registro del tribunal. A la Sra. Russell nunca le ha estafado o defraudado ni un solo penique su marido, sino que ha recibido todo lo que el tribunal le concedió. Además, el hecho de que sus cinco amigos le proporcionaran más de 10.000 dólares para aliviarle de la sentencia antes mencionada, y sin su conocimiento, es un fuerte testimonio de la alta estima en que era tenido Charles Taze Russell por aquellos que lo conocían. Según Rutheford, en el folleto ya citado: “Estos caballeros son de alta posición, y si es necesario daré sus nombres y direcciones a quien lo solicite. ¡Me pregunto cuántos predicadores de los que atacan al Pastor Russell podrían encontrar a cinco hombres que hicieran tal cosa por ellos voluntariamente!”. Poco antes del funeral de Charles Taze Russell en el Carnegie Hall de Pittsburgh, una mujer cubierta con un velo dejó una corona de lirios del valle, la flor favorita de Russell, junto al féretro. La corona tenía una cinta que decía: “A mi amado esposo”. Una declaración pública de que no había habido ningún divorcio. |